miércoles, 30 de noviembre de 2011

LA REBELDIA ENTRE LOS 2 Y 3 AÑOS





            Entre los dos y tres años, los niños entran en una etapa de negativismo que se caracteriza principalmente por retar constantemente la autoridad y los límites haciendo caso omiso a las recomendaciones, órdenes o peticiones de los adultos, negándose a realizar lo que se les pide e incluso haciendo pataletas o berrinches cuando se les niega algo. Esta etapa es un proceso normal del desarrollo y obedece a la necesidad de confirmación del “yo”. Los pequeños comienzan a darse cuenta que pueden ser autónomos en muchos aspectos de su vida (pueden comer solos, desplazarse de un lado a otro, alcanzan objetos por sí mismos, empiezan a vestirse sin ayuda, etc.) y de igual manera se percatan que pueden tomar decisiones, y encuentran en el “No” su arma más poderosa.

En esta etapa, hay dos puntos fundamentales que no debes perder de vista:
1.- Ayudar al niño a adquirir la construcción de una figura de autoridad sana. Esto es, darle al niño el mensaje de que existen reglas y límites claros y que se espera que él las cumpla. Para lograr esto, el primer paso es que en casa exista una rutina establecida con las actividades más importantes para el niño, como son hora de comida, de sueño, del baño, y de juego. Y por otro lado que existan reglas claras, sencillas, congruentes y eficaces que el niño pueda entender de manera adecuada. Es muy importante resaltar que la regla debe cumplirse siempre y no debe estar condicionada por el humor de mamá o papá ni por el llanto del niño. Considera que si la regla no es consistente puedes provocar en el niño confusión y en algún momento recibirá el mensaje que puede manipular la situación.

2.- Seguir promoviendo la autonomía del niño. Considerando que lo que los niños buscan al retar a la autoridad es demostrar su capacidad de tomar decisiones y confirmar su autonomía, entonces vemos que no es del todo malo que lo hagan, ya que esto les lleva a construir una auto-imagen adecuada. Pero es necesario fomentar esta capacidad en ellos sin que choque con la figura de autoridad que están construyendo. Para lograr esto, es necesario que permitas que el niño pueda tomar pequeñas decisiones importantes para él cada día.  Permítele que sienta que tiene el control en ciertas cosas y/o momentos de su vida. Por ejemplo, es posible que decidan qué ropa se van a poner, qué actividad de juego realizarán, qué juguetes desean compartir y cuales no, por poner algunos ejemplos. Esto, al mismo tiempo que lo confirma como un pequeño que van creciendo en autonomía, le da el mensaje de que lo consideras capaz, que crees en él, y además le reduce el nivel de ansiedad al sentir que tiene el control de ciertas cosas.

 TIPS.

  • Nunca una regla debe condicionar los alimentos al niño. (“Si no recoges tu recámara, te quedas sin cenar”)
  • En cuanto un niño actúe como se espera es importantísimo que le reconozcas verbalmente y valores el esfuerzo que hizo o el aprendizaje obtenido.
  • Si tu hijo no actúa de la manera esperada no le debes condicionar el amor con frases como “así nadie te va a querer”. Tampoco debes dar adjetivos que descalifiquen al pequeño tales como “eres un sucio” “eres muy desobediente”. En su lugar debes calificar la acción que realizó y recordarle cómo es que esperas que lo haga.
  • Cuando a ellos se les permita decidir algo, no debe ser una situación que marque lo que el adulto debe hacer. Siempre es el adulto quien decide por él mismo y por el niño. Las cosas que el niño decida deben de ser exclusivamente cosas que se relacionen únicamente con él.
  • Al permitirle a un niño que decida, es recomendable reducir el universo de posibilidades a sólo 2 ó 3. por ejemplo, si va a decidir qué ponerse, es mejor dar dos o tres opciones a abrirle el closet entero. En algunos casos se vale que él elija algo fuera de esas opciones, pero se debe negociar.
  • Valida siempre sus sentimientos de frustración o enojo por no obtener algo, pero hazle saber que así debe ser. Muéstrate firme pero amoroso.
  • Cuando el niño pierda el control y caiga en un berrinche, la primera estrategia es ignorarlo hasta que recobre la calma y le puedas decir que eso es inaceptable, para hablar con él debe estar tranquilo.

Es muy importante que los niños sientan seguridad y confianza con quienes los cuidan, padre, madre, abuelos y maestros. Parte de esta seguridad se crea con las rutinas ya que con ellas se crean hábitos. El hecho de que un pequeño ocasionalmente no cumpla con lo que un adulto pide es lo esperado en esta edad, sin embargo, si por el contrario, el niño presenta actitud desafiante la mayor parte del tiempo o sucede que en casa es “terrible” y en la escuela es “un santo” (o viceversa), vale la pena revisar de qué manera se están poniendo las normas y los límites en el lugar donde el niño se muestra en una faceta de rebeldía. Es muy importante que observes al pequeño sin sentir culpa o ansiedad y tratar de implementar estrategias que  permitan que la convivencia diaria siga siendo nutridora para todos.

RosaMary Rodríguez Piana
Coach de Vida y Asesor de Crianza

El niño entre los 7 y 9 años



Esta etapa es llamada la infancia intermedia, el niño de esta edad tiene ya mucho más estructurados los procesos del pensamiento, quizá el más notorio es que exige una justificación lógica a cada idea expresada, esto lo lleva a exigir una explicación para todo lo que se le propone, incluyendo las reglas. Es por eso que en esta etapa, en la que siguen siendo básicas las reglas y los límites, es recomendable que lo hagas partícipe del establecimiento de las mismas, así como de las consecuencias obtenidas por no cumplir con ellas.

Como parte de su necesidad de tener una explicación lógica para todo, empieza a desaparecer el juego fantasioso y puede empezar a percatarse de la condición finita de las cosas y de algunas amenazas reales. Esto podría llevarlos a desarrollar miedos que antes no sentían, miedos a situaciones reales como a cualquier daño físico, herirse, sangrar, enfermedades o incluso la muerte. Es muy enriquecedor para ellos que al presentarse estos miedos los valides evitando frases como “¿de dónde sacas eso? ¡No pienses tonterías! Y lo sustituyas por una explicación lógica y tranquilizadora del por qué él (o sus seres queridos) no están en riesgo.

El niño de esta edad tiene un desarrollo social mayor, en mucho promovido por la escuela. Se hace sensible a las críticas de los demás, así que tu participación es básica para centrarle en sus fortalezas. Muchas veces necesitan ayuda para expresar sus sentimientos de enojo, tristeza o frustración, dado que mostrar debilidad se les hace complicado, se viven “demasiado grandes” para mostrar vulnerabilidad. Nuevamente es necesaria tu intervención para modelarles estos sentimientos, y sobre todo, validárselos en cualquier momento. Ellos necesitan entender que estas emociones no son malas, que no le ponen en un nivel de “bebé” (cosa a la que se negarán en todo momento, y cualquier expresión que les haga sentir como tales, será absolutamente rechazada), necesitan ayuda para expresarlas y canalizarlas de manera constructiva. Es recomendable estar atentos a esto, ya que si, por un lado le dices al niño que puede expresar sus sentimientos de tristeza, miedo o frustración, pero en otros les coartas esta expresión diciéndole: “no llores, pareces bebé”, “¿por qué tienes miedo si ya eres grande?”, etc. entonces el mensaje es confuso.

En esta etapa hay una clara tendencia al malhumor constante. Esto se debe a que polarizan sus propios puntos de vista. Una experiencia sólo puede ser extraordinaria o terrible. De la misma manera puedes oír de manera constante expresiones como “eso no es justo”. Esto forma parte de la adquisición de la capacidad para emitir juicios morales, y poco a poco cambiará esa justicia unilateral, en la que sólo es justo lo que le beneficia, por una capacidad de poner el “deber” sobre el “querer”.

Otra manifestación de estos nuevas habilidades sociales y morales se expresa en la capacidad de participar en juegos de equipo y reglamentados. Empiezan a poner el bien común, como puede ser el éxito del equipo,  sobre el individual. Si no participa en este tipo de actividades, es buen momento para animarlo a hacerlo.

 En este nivel de desarrollo es capaz de comprender y dar espacio al punto de vista de los demás, aunque aún les resulta difícil ser empáticos con los sentimientos y las necesidades de otros.

Establecer espacios de diálogo con tu hijo, validar sus sentimientos y dar oído a sus propias teorías de las cosas, harán que esta etapa sirva de base para una pre-adolescencia en la que tenga bien claros sus valores, sus juicios y sepa que ante todo, lo amas de manera incondicional y su persona, sus opiniones y sus sentimientos son valiosos y merecedores de respeto.

 Rosamary Rodríguez Piana                                                  
Coach de Vida y Asesora de Crianza