lunes, 9 de abril de 2012

Eduacr con premios y castigos. 2a y última parte

EDUCAR CON PREMIOS Y CASTIGOS
PARTE 2: LOS CASTIGOS



En el artículo anterior hablamos de la trampa en la que solemos caer los padres, al intentar motivar a nuestros hijos a través de premios con los que pretendemos reforzar conductas positivas. Como ya vimos, no sólo no se logra el objetivo sino que además la acción a reforzar pierde su verdadero valor.
Hoy toca el turno de hablar de la contraparte: Los castigos.
Generalmente, cuando el niño no cumple con alguna responsabilidad o adopta una conducta indeseable, reaccionamos gritando y retirándole algún privilegio. Buscamos lo que más le gusta, “algo que en realidad le duela perder”, y con poca reflexión pero con mucha amenaza, le hacemos saber que lo ha perdido. En la mayoría de las ocasiones, el castigo no tiene nada que ver con la conducta no deseada en la que el niño ha incurrido, por ejemplo, le quitamos su juguete preferido porque no obedeció durante la visita a casa de la abuela. ¿Qué relación tiene una cosa con la otra? Ninguna. Entonces, aquí no hay aprendizaje alguno, estamos tratando que a partir del dolor, aprenda.
Así como en la vida no hay premios por cumplir con obligaciones y responsabilidades, tampoco hay castigos. La vida sólo ofrece consecuencias a nuestros actos, y es esto lo que debemos tratar de inculcarle a los niños desde pequeños.
Para corregir conductas y resolver problemas, existe alternativas al castigo. Adele Faber y Elaine Mazlish en su libro “Como Hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen” ofrecen opciones muy interesantes entre las que se encuentran:
a)    Indicale lo que esperas de él. Sé claro y específico al decirle al niño como esperas que actúe.
b)    Ofrécele una opción. Decirle por ejemplo: “No puedes salir corriendo, camina junto a mi. Si sales corriendo deberás sentarte en el carrito. Tu elige.”
c)    Expresa tu desaprobación enérgicamente. Es importante que al hacerlo no califiques la personalidad del niño. Dirige tu atención a la acción que es la que repruebas, no al niño.
d)    Permite que experimente las consecuencias de su mal comportamiento. Recuerda que esto debe ser una acción lógica derivada de su mala conducta, no un castigo impuesto a tu voluntad y grado de enojo.

Promover que los niños vivan las consecuencias de sus actos, buenos y malos, y que siempre se sientan acompañados por sus padres en estos procesos de aprendizaje, le harán sentir al niño que son lo suficientemente valiosos y capaces.
No olvides que la disciplina es también un acto de amor, y la manifestación del mismo sin condiciones, no está peleado con el arte de educar.

viernes, 17 de febrero de 2012

EDUCAR CON PREMIOS Y CASTIGOS

PARTE 1: LOS PREMIOS
En la actualidad los padres caemos constantemente en la trampa de intentar educar a través de los premios y castigos. Es común prometer premios para “motivar” a los niños a adoptar conductas deseadas, para que se esfuercen por sobresalir o para que cumplan con alguna tarea que se les ha encomendado. Así mismo se les advierte de castigos que obtendrán cuando realicen acciones indeseadas o no logren los objetivos trazados.
Esta estrategia engaña a los padres, dado que parece funcionar a la perfección. La promesa de un premio o un castigo logra que el niño actúe de la manera esperada por los padres. Sin embargo, detrás de ello no hay un aprendizaje real, es sólo un condicionamiento  que no tiene que ver con el concepto de educar para la vida. Los pequeños se ven motivados por obtener una recompensa (o evitar un castigo) y la acción pierde todo el valor en sí misma, trasladando ese valor al premio. De esta manera, el haber hecho un esfuerzo por conseguir una buena nota en el colegio, colaborar con la familia en las labores de casa o destacar en algún deporte, deja de ser lo más importante y se le permite al premio obtener el protagonismo. Entre más grande el premio, mas valor tuvo la acción. Si el premio no es tan grande y deslumbrante como el niño pensaba, entonces asume que su esfuerzo no fue lo suficientemente bueno, sin importar que tan grande haya sido ni los resultados del mismo.
Ayudar al niño a identificar el valor que hay detrás de cada buena acción, de cada logro o esfuerzo, debe ser el principal objetivo de los padres al trazar los parámetros de su educación y formación. Ver el beneficio que representa para ellos la consecuencia de ser responsables y dedicados debe ser el eje y el mayor motivante para que actúen de dicha manera. La forma adecuada de enaltecer la conducta del niño es mediante el reconocimiento verbal o afectivo y no con recompensas. Sólo no hay que confundir con mensajes de amor condicionado que se promueven con frases como: “si te portas mal nadie te va a querer” “si vas a la clase te voy a querer mucho”.
Esto no quiere decir que los regalos estén prohibidos y que no deban entregarse objetos materiales como una demostración de afecto. Sin embargo, deben ser justamente eso: Regalos no condicionados, y que no haya de por medio el refuerzo de una conducta positiva. Entregar un regalo por el simple placer de dar, de manera espontánea y no como consecuencia de una acción determinada ya que esto carece de toda lógica.
En la siguiente entrega hablaremos acerca de los castigos y las consecuencias como parte de estas estrategias para educar en lugar de condicionar.

viernes, 6 de enero de 2012

LOS ABUELOS COMO CUIDADORES



            Una de las presencias mágicas con que la vida recibe a los más afortunados son, indudablemente, los abuelos. La relación que existe entre abuelos y nietos es única. Es una relación que parece provocar que el ser humano se reconcilie con el concepto finito de la vida porque logra visualizar su propia trascendencia. El amor de un abuelo es tan grande como el que siente por sus hijos, pero sin la carga de responsabilidad que tenía a cuestas al formar a los hijos propios. Se viven ahora como cómplices de los nietos para disfrutar la vida.

Sin embargo, cada vez con más frecuencia, son los abuelos partícipes directos de la educación de los niños, porque papá y mamá trabajan. Son la mejor opción para los padres por la confianza infinita en los abuelos, pero en ocasiones, la relación entre padres y abuelos se ve lastimada por la diferencia de criterios a la hora de educar.

A fin de lograr que la relación abuelos-padres-nietos sean nutricias para todos, es muy importante observar lo siguiente:

-       Es responsabilidad de los padres el establecimiento de las reglas. Los abuelos deben comprender que sus hijos han formado ya una nueva familia y que ésta funciona de manera distinta a como funcionaba la de ellos, puesto que se dan en circunstancias diferentes. Si los padres dicen una cosa y los abuelos los desacreditan, los niños se confunden y perderán el respeto por los padres y por los abuelos al no existir una figura confiable de autoridad. Los abuelos pueden apoyarse con frases como “Papá ha dicho que esa es la regla y creo que tiene razón”

-       Los padres no deben esperar que los abuelos eduquen al nieto. El tiempo que el niño está al cuidado de los abuelos no les hace responsable de su formación. Los abuelos ayudan a que el niño siga con una rutina establecida previamente y lo mantiene seguro, pero son  los padres quienes tienen la tarea de inculcar hábitos, valores y reglas.

-       La comunicación entre padres y abuelos es básica. Tomarse un tiempo para platicar acerca de lo que cada uno observa en el niño hará que todos comprendan el punto de vista del otro. Así, las decisiones tomadas por los padres serán comprendidas por los abuelos, y lo padres podrán entender las limitaciones y puntos de vista de los abuelos.

-       Cuando los papás deban corregir a sus hijos estando presentes los abuelos, es importante que estos últimos se mantengan al margen de la situación. Si hubiera algo que deseen comentar, es prioritario que lo hagan pero no en presencia de los niños.

-       En caso de existir discrepancias, es muy valioso escuchar las opiniones de los abuelos, quienes seguramente tendrán una óptica más relajada de la situación y podrán ayudar a mantener la armonía y reducir el estrés. Aunque no debemos olvidar que respecto a la educación, la última palabra la siguen teniendo los padres.

-       Nunca debemos dejar de ver que los abuelos son personas con un ritmo de vida diferente, con necesidades de socialización, diversión y descanso que deben respetarse. No se puede disponer al cien por ciento de su tiempo y además exigirles que sigan un ritmo de vida y de responsabilidades que no les corresponden.

Al final, la labor de los abuelos como cuidadores de los nietos, es una expresión más del amor incondicional de padres a hijos y a nietos. Quienes tenemos la fortuna de contar con esta ayuda en la tarea más importante de nuestra vida somos realmente privilegiados. No olvidemos que lo mínimo que nos corresponde otorgar a los abuelos, es una gratitud a la altura de su amor, y asumir que los “errores” que a nuestro juicio puedan cometer al estar al cuidado de sus nietos, son solo situaciones que merecen ajustes y nada vale tanto como el polvo de estrellas que un abuelo riega sobre la vida de sus nietos. Siempre he afirmado que ver a un abuelo reír a carcajadas con su nieto es mirar la fé, uno cree en el mundo que entrega, el otro, confía en el mundo que recibe.